Estas últimas semanas me ha llamado la atención algunos reportajes sobre Detroit y el abandono  en el que se encuentran algunos barrios e inmuebles: desde casas habitación, oficinas, talleres, edificios de departamentos, teatros, hasta instalaciones industriales que constituyen el testimonio de un pasado glorioso de la industria automotriz, hoy totalmente desmantelada. Uno de los casos más notable es la Estación Central de Michigan, un inmueble de unos 18 pisos construido en 1913, totalmente abandonado. Desde 1950 a la fecha, esta ciudad que en su momento fue la cuarta más grande de Estados Unidos, ha perdido el 60% de su población, es decir, alrededor de 1 millón de habitantes.
Otra circunstancia notable de Detroit es la paradoja de ser una de las ciudades con los impuestos más altos asociados a la propiedad inmobilaria en Estados Unidos, y al mismo tiempo ser de las que tienen valores inmobilarios más bajos. En otras palabras, la base gravable de la que disponía hace 50 años, se ha deteriorado progresivamente a tal punto, que para compensar la pérdida recaudatoria, la ciudad incrementó progresivamente la tasa de los impuestos inmobilarios. A los pocos contribuyentes que quedan, se les «carga la mano» con impuestos inmobilarios muy altos. El resultado es una moratoria de 246 millones de dólares de impuestos no recaudados, que para las circunstancias de Detroit, caerían como bálsamo para mejorar equipamiento, infraestructura, servicios públicos, acaso para asociarse con inversionistas privados y adquirir miles de hectáreas y propiedades abandonadas o en desusos, siguiendo la experiencia de Pittsburgh, e impulsar proyectos de reconversión económica y urbanística.
Los reportajes y notas que aparecen en las redes sociales dan cuenta de una ciudad en busca de un destino que no parece claro. La época de gloria de Detroit asociada a la industria automotriz hace más de 5 décadas, no regresará; pero tampoco parece existir una rumbo claro de alguna especialización económica emergente, como por ejemplo, Querétaro en el caso de la industria aeroespacial (toda proporción guardada). ¿Qué hacer con sus miles de inmuebles abandonados? ¿Qué hacer con el cascarón de la industria que no sobrevivió a la movilidad del capital automotriz que migró a China, México y Brasil? ¿Qué lecciones podemos aprender en México y otros países de América Latina?
Me parece que una de las conclusiones a las que invita el caso de Detroit es la puesta en tela de juicio de la especialización económica como una de las virtudes del desarrollo económica local. La especialización económica sí es una virtud y una ventaja comparativa y competitiva, siempre y cuando se tenga un programa de desarrollo económico local de largo plazo que permita transitar, si el contexto global lo exige, hacia una reconversión productiva de la ciudad. Esto implica elaborar un análisis económico minucioso de la estructura y base económica de la ciudad para determinar cuál es su vocación productiva actual y saber si hay vocaciones productivas emergentes. Hace 20 años nadie hubiera imaginado que Querétaro sería una de las ciudades de mayor atracción de inversión extranjera directa en el mundo en la rama de la industria aeroespacial.
Otra de las cosas que se requieren para lograr una reconversión productiva es un liderazgo del alcalde en turno para impulsar proyectos de reconversión urbana asociados a una reconversión económica. El parque inmobiliario abandonado o en desuso, así como los predios vacantes en Detroit, otorgan posibilidades insospechadas de reconvertir las antiguas industrias del automóvil en centros de investigación y desarrollo. A través de asociaciones público – privadas y con el respaldo de universidades y centros de investigación, es posible crear nuevas centralidades donde coexistan zonas residenciales, museos, centros culturales, comercio al pormenor, restaurantes, bares y otros usos que en conjunto crean comunidad.
La fórmula no es nueva. Véase el caso de Pittsburgh que perdió 500 mil habitantes entre 1975 y 1985 y llegó a tener un desempleo del 25% de la PEA en 1990. A pesar de haber transitado por tres décadas de una industria acerera en plena decadencia, hoy en día Pittsburgh renace de su pasado acerero y emerge como una de las ciudades más dinámicas de Estados Unidos. El liderazgo del alcalde y su capacidad de pactar con inversionistas privados, impulsar la inversión mixta y asociarse con universidades y centros de investigación, fueron factores clave para sacar del impasse a Pittsburgh. Creo que Detroit tiene mucho que tomar del caso de Pittsburgh. Reconociendo que las comparaciones son aveces odiosas y las realidades contrastantes, no puedo evitar preguntarme ¿qué lecciones nos aporta el caso de Detroit para no llegar a ese punto de deterioro económico y urbanístico en nuestras ciudades? ¿Qué podríamos aprender en México del caso de Pittsburgh para reconvertir nuestros espacios urbanos deteriorados en espacios vibrantes y productivos que contribuyen a la competitividad y bienestar de nuestro país? Se aceptan sugerencias.

Juan Carlos Zentella Gómez
Local & Global Ideas
Twitter: @jczentella

Sugiero consultar las siguientes referencias que dieron origen a esta reflexión:

  • http://www.dailymail.co.uk/news/article-2211498/Detroits-amazing-transformation-captured-camera-loses-ONE-MILLION-residents-60-years.html. Última consulta: 17 de marzo de 2013.
  • http://atlincolnhouse.typepad.com/weblog/2013/02/if-property-taxes-are-a-social-compact-pay-the-bills-get-government-services-in-return-its-broken-in-detroit-where-d.html. Ùltima consulta: 17 de marzo de 2013.
  • http://www.youtube.com/watch?v=_W1hx-mhu7A&noredirect=1